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lunes, 4 de octubre de 2010

Epitafios de Lucas Conti

Don julio Massitelli era el verdulero del barrio. Un hombre sensible y melancólico. Toda su vida transcurría entre coliflores, alcauciles y algunas que otras bananas un poco pasadas.
Fue el día 28 de agosto de 1985 cuando este benévolo y triste hombre descubrió su verdadero talento y halló una fortuna. Ese frío y nublado día a eso de las seis de la tarde Don Julio fue al cementerio a llevarle unos gladiolos rojos, sacados del patio de su madre, a su tío Rogelio, ya que era su trigésimo noveno aniversario de defunción.
Quiso el destino que al agacharse a dejar las flores prestara atención en la lápida a algo que nunca lo había hecho. Leyó el epitafio que decía: “Hombre generoso y avocado a su familia.”
En ese momento Don Julio se envenenó, por la gran mentira que allí decía. Tal es así que su tío era un hombre muy tacaño y solitario. Fue entonces que Don Julio Massitelli decidió dedicarse a una nueva profesión, Escritor de Epitafios. Vendió la verdulería, se alquiló un garage abandonado, largo un par de avisitos en la revista del barrio y algunos folletos que decían lo siguiente: Epitafios Massitelli. Si estas en las últimas y no sabés que poner, nosotros sí. Epitafios graciosos y tristes, audaces y aventureros, tranquilos y mezquinos. Y no se pierda la increíble oferta de invierno… dos epitafios al precio de uno.
De a poco las viejas del barrio comenzaron a caer, mas tardes también los viejos, algunos solterones y solteronas, hasta familias enteras con sus mascotas.
El éxito de Epitafios Massitelli era rotundo. Con el tiempo trascendió las fronteras del barrio y comenzaron a caer de otras partes de la ciudad, hasta de pueblos vecinos.
A Don Julio le gustaba hacer quedar bien a las personas. Por ejemplo, uno de los epitafios más recordados se lo escribió a Don Enrique, que era un hombre solitario, cobarde y poco aventurero Don Julio le escribió: “Murió en un trágico naufragio salvando al vigésimo séptimo pasajero” Las personas por miedo a que Don Julio no escribiera más, o lo que fuese en el momento de su muerte, iban vivito y coleando en búsqueda de su propio epitafio. De esta manera lo llevaban en la billetera y si estiraban la pata por ahí estaría con ellos.
Don Julio alcanzó su máximo esplendor en el rubro cuando le escribió el epitafio al señor Adalberto Doménech, hombre pacífico como pocos, muy sedentario que nunca salió de la ciudad, su epitafio decía: “murió trágicamente en una avalancha tratando de llegar a la cima del Monte Everest… por décima sexta vez”.
Así fueron pasando los años y don Julio Massitelli fue cada vez más famoso. Fue entonces una tarde de Mayo a la edad de 87 años murió. Él, como muchos, tenía su epitafio guardado en su billetera y éste decía: “Hombre generoso y avocado a su familia”.

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